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En España el respeto es revolucionario. Fernando de los Ríos.

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TEXTO. ECONOMÍA FEUDAL EN LA ESPAÑA DE FINALES DEL XVIII.

“Era España, a comienzos del siglo XIX, un país que vivía dentro de los moldes de lo que se ha llamado “viejo régimen”, o sea: un país eminentemente agrario, dominado por la gran propiedad rústica y los señoríos, en que la nobleza y la Iglesia detentan la mayoría de las fuentes de riqueza. De sus 37.300.000 hectáreas de terreno, sólo ocho millones y medio estaban dedicadas al cultivo. Más de doce dedicadas a pastos, la mayoría silvestres, muchos de ellos hollados sólo una vez al año por los rebaños de la Mesta. Según datos de Cabarrús 1223 familias nobles poseían 16.940.000 hectáreas, los establecimientos eclesiásticos (en número de 32279) poseían 1380000 hectáreas, mientras que 9.160.000 hectáreas pertenecían a hidalgos. Sabiendo que la población de España, según censo de 1803, era de 10.268.000 habitantes y de 6.650.000 de población activa, es posible formarse una idea de la estructura social que tenía España al entrar en el siglo XIX. En ciertas regiones, como por ejemplo Extremadura, los nobles poseían 2.149948 fanegas de tierra y el resto de labradores propietarios sólo 741.610.
Los vestigios feudales eran tan acusados que, en multitud de casos, la propiedad de las tierras llevaba aparejada la potestad sobre los habitantes de pueblos y tierras. De 55 millones de aranzadas de tierra cultivada, 17.599.900 lo eran de realengo (esto es, sus habitantes estaban considerados súbditos del rey, que era su señor), mientras que 28.306.700 era de señorío secular (los habitantes erasn súbditos del señor y propietario a la vez) y 9.093.400 eran de señorío eclesiástico (las veces de señor eran cumplidas por una institución eclesiástica). Los núcleos de población estaban divididos así: ciudades: 124 de realengo y 3013 de señorío; pueblos, granjas, cotos y despoblados: 13.309 de señorío y 11921 de realengo; lugares: 7856 de realengo, 4150 de señorío secular y 2868 de señorío eclesiástico (…)
En los campos existían verdaderas relaciones de vasallaje. En las tierras de señorío los nobles tenían derecho a nombrar corregidores, alcaldes (..) y en lugares como Baza los señores eran denominados de “horca y cuchillo” (…) El régimen de mayorazgos (que hacía transmititr la propiedad al primogénito de cada familia) reforzaba la concentración de la propiedad.
En esa sociedad, el poder de la Iglesia en el orden material era de primerísima importancia: 85.546 miembros del clero, 8659 familiares de la Inquisición y 92.727 frailes y monjas repartidos en 3126 conventos daban un porcentaje de un religioso por cada 50 habitantes, el más elevado de Europa, con excepción de Portugal. Se ha calculado que los ingresos del clero al comenzar el siglo XIX entras rentas territoriales y urbanas, diezmos y primicias, casuales, derechos de estola y pie de altar alcanzaban la suma de 1.042.000.000 de reales por año (…) igualaba por lo menos a la mitad del producto neto de tierras y edificios de toda España”.

M. Tuñon de Lara, Historia de España. 

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